"Un eslabón de una cadena se une a otro, una cadena cuelga sobre sus cuellos, fue la profecía de Ifá que se lanzó para los animales cuando ellos venían al mundo".
En la Religión Yoruba existen tres elementos de primer orden que integran el sacrificio: estos son las Plantas, los Animales y Otras Cosas que son usados por el hombre para lograr beneficios a través del agasajo a los poderes superiores divinos y la desviación de las fuerzas negativas que influyen sobre él.
Por todos es conocido que el hombre logra subsistir utilizando, básicamente, a los animales y a las plantas, toma de ellos su carne, pieles, corteza, raíces, tallos, hojas y frutos y se vale además de otras cosas (Diversas materias primas) obtenidas de la naturaleza o de la industria, como las telas para cubrir su cuerpo, sin embargo, el hombre yoruba emplea todos estos elementos, que Olodumare le brinda, para ofrendar a las divinidades y alejar así de su placentera estancia en la Tierra, todas las expectativas de peligro que lo amenazan.
En el maravilloso mundo de los tradicionalistas yorubas, todos los factores bióticos o abióticos adquieren un significado mucho más profundo que enseñan de forma plena y consciente, el importante lugar que ocupa cada cual en el ciclo de la vida y es precisamente ese significado de gran relevancia fundamentalmente para los iniciados o adeptos de la Santería, el que llegará a ustedes a través del cuerpo literario de Ifá.
El Odu de Ifa EJIOGBE nos dice acerca de la importancia del sacrificio lo siguiente:
"Para aquel que vino del Cielo a la Tierra con su ofrenda en las manos su camino no fue oscuro, para aquel que llegó a la Tierra con su ofrenda en las manos su caminar fue seguro".
En “Ese Ifá” tomado del odu Ejiogbe, manifiesta cómo Eshu lo ayudó a convertirse en el rey de los olodús gracias al sacrificio que este realizó por prescripción de la adivinación. El “Ese” del que hablamos, nos cuenta que ya los dieciséis olodús en la Tierra, era ya hora de nombrar un jefe entre ellos. Ejiogbe no fue el primer olodú que vino a la Tierra, muchos otros llegaron primero.
Antes que él, Oyekún Meji, el rey de la noche había reclamado la antigüedad, el grupo recurrió a Obatala, para que nombrara al rey de los olodús. Obatalá los invitó a todos y les dio una rata del bosque para que compartieran entre sí, Oyekun Meji cogió una pata, Iwori Meji cogió la segunda, Idí Meji la tercera y Obara Meji la cuarta, las demás partes fueron distribuidas en orden de antigüedad convencional. Ejiogbe por ser muy joven recibió la cabeza. (En Cuba, por sustitución, se utiliza en los sacrificios a la jutia, una especie endémica).
En orden de secuencia Obatalá les dio posteriormente un pescado, una gallina, una paloma, una guinea y por último, un chivo, todos fueron compartidos de acuerdo con el orden establecido con la rata del bosque. En cada caso, Ejiogbe recibió la cabeza de todos los animales sacrificados.
Finalmente, Obatalá les dijo que regresaran después de tres días para comunicarles su decisión. Ejiogbe se consultó de regreso a su casa e Ifá le dijo que ofrendara un macho cabrío a Eshu. Después de comerse su macho cabrío, Eshu le dijo que en el día señalado él debía asar un ñame y echarlo en su bolso junto con un calabacín lleno de agua, Eshu también le dijo que llegara tarde a la reunión de los olodús en el palacio de Obatalá. El día señalado, los olodús vinieron a buscarlo para ir a la reunión, pero él les dijo que asaba un ñame al fuego para comer antes de partir.
Al irse ellos, Ejiogbe sacó el ñame, lo peló y lo guardó en su bolso junto con el agua. Rumbo a la reunión se encontró con una anciana, exactamente, como le había pronosticado Eshu y, en consecuencia, con lo que le había aconsejado, liberó a la anciana de la carga de leña que llevaba, ya que estaba tan cansada que apenas podía caminar.
Después de agradecerle su ayuda, la anciana se quejó de sentir apetito, Ejiogbe sacó de inmediato el ñame de la bolsa y se lo brindó, después de comérselo, ella le pidió agua y él le dio la que tenía en el bolso. Cuando la anciana terminó, Ejiogbe recogió la leña y emprendió el camino con ella a su lado sin saber que se trataba de la madre de Obatalá.
La anciana al verlo apurado le preguntó hacia dónde iba con tanta prisa, y él le respondió que ya estaba retrasado para ir a la reunión en la que Obatalá iba a nombrar al rey de los olodús. Agregó que se había tomado su tiempo, no obstante, porque sabía que era demasiado joven para aspirar a ser rey de los dieciséis discípulos de Orúnmila.
Al responder, la mujer le aseguró que él sería declarado rey de los olodús. Cuando llegaron a la casa, la anciana le dijo que dejara la leña en el fondo. Fue entonces que Ejiogbe reconoció la casa de Obatalá y comprendió que la mujer que había ayudado era, nada más y nada menos, la propia madre de éste. Con ello, exhaló un suspiro de alivio. La mujer le pidió que le siguiera al interior de la casa. Allí sacó dos pedazos de tela blanca y ató uno al hombro derecho y otro al hombro izquierdo de Ejiogbe.
Después le insertó una pluma roja de cotorra en la cabeza y le puso una tiza blanca en la mano derecha, acto seguido, le mostró las mil cuatrocientas sesenta piedras, dispuestas delante de la casa de Obatalá, y le dijo que se parara sobre la piedra blanca en el centro. Con sus nuevas prendas, Ejiogbe se paró sobre la piedra mientras los demás aguardaban en la antesala de Obatalá. Transcurrió un tiempo, cuando Obatalá le preguntó a los demás a quién esperaban y todos respondieron que esperaban a Ejiogbe, Obatalá les preguntó el nombre del hombre que se encontraba parado afuera. Ellos no reconocieron a Ejiogbe, Obatalá les dijo que fueran a rendirle tributo, uno tras otro, y a tocar el suelo con su cabeza a los pies de Ejiogbe. A partir de entonces, Obatalá proclamó oficialmente a Ejiogbe rey de los olodús de Orúnmila.
Casi al unísono, todos los demás olodús refunfuñaron disgustados y no ocultaron su descontento con el nombramiento de un olodú joven como el jefe de ellos, entonces Obatalá les preguntó, cómo habían compartido los animales que les había dado durante los días del período de prueba. Ellos le explicaron y Obatalá les preguntó quién había recibido la cabeza de cada uno de los animales y confirmaron que, en cada caso, se la habían dado a Ejiogbe. Obatalá les explicó que fueron ellos quienes nombraron de manera inconsciente rey a Ejiogbe, ya que cuando la cabeza está fuera del cuerpo el resto no tiene vida, dicho esto, se marcharon, pero al salir de la casa de Obatalá, todos decidieron mantener a Ejiogbe a una distancia prudencial, también decidieron no reconocerlo, ni servirle, ni visitarlo. Antes de dispersarse, Ejiogbe compuso un “Ese especial” para neutralizar todas las maquinaciones malévolas en contra suya; el “Ese” en cuestión es el siguiente:
Oya ni ki owo won yaa
Owuwu oni koo wo won deenu
Ikpe akiko kiiga akika deenu
Ikpe orire I gun orire deenu
Etuu kii olo tu won ni mo
Inu lo otin ire efo ebire waa
Con este "Ese especial", Ejiogbe utilizó hojas apropiadas de Ifá.
Después de este incidente, los olodús le dijeron que para ellos aceptarlo como rey tendría que hacerles una fiesta con: doscientas güiras de puré de ñame, doscientas ollas de sopa preparadas con diferentes tipos de carnes, doscientos güiros de vino, doscientas cestas de semillas de cola...... Y le dieron siete días para organizar la fiesta.
A simple vista huelga decir que parecía una tarea imposible porque ellos sabían que Ejiogbe no tenía con qué costear una fiesta de tal magnitud. Este se sentó a lamentar su desgracia y la perspectiva de seguir siendo un pastor sin ovejas.
A la sazón, Eshu vino a preguntarle el porqué de su melancolía, y Ejiogbe le explicó que no tenía dinero para costear la fastuosa fiesta que los olodús le habían pedido para subordinarse a él. Eshu le respondió que el problema se podía resolver si le ofrendaba otro macho cabrío. Ejiogbe no perdió tiempo en hacerle la ofrenda a Eshu, después de comerse el macho cabrío, Eshu le dijo que preparara sólo un plato de cada alimento y que colocara en fila ciento noventa y nueve recipientes adicionales vacíos -uno para cada uno- en el cuarto donde se celebraría la fiesta el día señalado.
Ejiogbe hizo lo que dijo Eshu, mientras tanto, los olodús se burlaban de él porque sabían que no había forma de que Ejiogbe pudiera costear dicha fiesta. Al séptimo día, los olodús fueron uno por uno a visitarlo para preguntarle por la fiesta. Como no escucharon los ruidos del mortero desde la cocina pensaron que no había fiesta. Mientras, los recipientes vacíos se encontraban en fila, Eshu fue al cuarto de la fiesta y le ordenó al único plato de cada alimento multiplicarse y llenar todos los recipientes vacíos. Instantáneamente todas las güiras, las ollas, las cestas......., se llenaron de comida recién elaborada y la fiesta estuvo lista.
Cuando Oyekú Meji llegó a la fiesta, se asombró de ver todo lo que estaba listo. Sin esperar la invitación formal se sentó a comer. Los siguientes: Iwori Meji, Idí Meji, Obara Meji, Okonrón Meji, Irosun Meji, Owanrin Meji, Ogundá Meji, Osá Meji, Eturá Meji, Irete Meji, Eká Meji, Eturukpón Meji, Osé Meji y Ofún Meji, antes de darse cuenta de lo sucedido, habían comido y bebido a su antojo.
Después de la fiesta, todos cargaron a Ejiogbe y lo elevaron sobre sus cabezas mientras bailaban en una procesión y cantaban: Agbee geege
Los sacrificios se hacen para que el equilibrio, que se perdió a través de una acción negativa por parte nuestra dentro del universo, se vuelva a restablecer. Cuando se corta un árbol, por ejemplo, se está en cierta manera sacando algo, quebrando o desequilibrando parte de lo que era el todo. Este tipo de acción debe recompensarse, y la mejor forma según la concepción occidental es plantar uno nuevo. Según los rituales yorubas, para quitar un árbol, se debe enterrar luego en el pozo comidas y frutas. Esta acción ritual enseñada por los mayores tiene en realidad gran sentido, pues la comida al descomponerse fertilizara la tierra, y las semillas de las frutas germinaran, dando como resultado que la pérdida del árbol sea suplantada, con el paso del tiempo por (tal vez) varios árboles frutales.
En cuanto a los sacrificios de sangre, se hacen principalmente para el consumo de la carne y ya que según nuestras creencias la sangre le pertenece a Olodumare y los Orishas, comer carne de un animal que no haya sido desangrado, por un sacerdote de nuestro culto se torna un sacrilegio. La sangre representa la propia vida, aquella que fuera puesta en el AIYE por ELEMI, siendo vista por la mayoría de las religiones como algo sagrado y pudiendo además consagrar, bautizar o elevar algo hasta ese momento común o terrenal a un grado más espiritual. La sangre de los sacrificios se transforma en un agente que crea un puente entre el mundo material (AIYE) y el mundo espiritual (ORUN). La carne es consumida a modo de comunión de los fieles.
Durante la época de la esclavitud en el continente americano (El nuevo mundo), nuestros ancestros debieron adaptar en parte el ritual de los sacrificios, ya que no poseían animales para dicho fin. La poca carne que recibían era restos que los blancos no consumían: patas, rabos, orejas, huesos semi pelados carcasas, etc. Así se vieron en la necesidad de consumir igual esa carne (pues lo primero es la conservación de la especie), sustituyendo el sacrificio de sangre, entregando a las deidades un trozo de carne, junto con las comidas que habían adaptado, para cada orisha, apareciendo así las ofrendas a los orisha afro brasileños y cubanos, y los rituales solo con el uso de hierbas (cuando se podía se agregaba sangre de gallina) resultado de la adaptación a la nueva tierra y a la nueva forma de vida (como esclavo). Muchos templos que siguen las costumbres africanistas han dejado de lado dichas ofrendas y rituales a medias, pues ya se obtienen los animales votivos de cada Orisha y también los comestibles que llevan realmente las comidas de cada uno, estas ofrendas tienen mucha aceptación entre los cultos que homenajean a los esclavos, los cuales se separaron del africanismo, dividiéndose en ramas distintas: Umbanda, Candomble, Palo Mayombe, Santería, etc. Cada Orisha posee sus animales característicos, que forma parte de su aiye, pero nunca se le entrega nada a ningún Orisha sin consultar al oráculo, para saber qué es lo que pide cada uno y qué tipo de animal según el camino del Orisha. Cada animal, planta o elemento escogido por el sacerdote posee un simbolismo que reflejara las intenciones de este en el plano espiritual.
Para no perder los conocimientos se transmitió oralmente una especie de ritual fijo e incombinable para todos los Orishas y todas las situaciones, pero cabe señalar que muchas cosas varían de acuerdo con las características de cada Orisha y de cada persona, ya que cada situación siempre es distinta a la hora de una consulta espiritual. Aquel que conoce la esencia del ritual, lo domina, y sabe el porqué de cada cosa, puede usar lo que más convenga para determinado momento por el que se está pasando, esto incluye cantar y pedir en lengua yoruba a través de un rezo improvisado en el momento, como se hacia en tierra yoruba y actualmente donde se practica la religion santeria.
Pataki;
Olofin estaba muy bravo por las cosas que sucedían en la tierra y les retiro su amparo y protección a los seres humanos.
Las cosas empezaron a marchar mal en la tierra y todos los santos trataron de lograr la benevolencia de Olofin para con los hombres, pero todos los sacrificios y ofrendas que le hacían ninguno tenía la virtud de conmover a Olofin.
Yemaya tenía dos hijos: Addi e Imu (los senos de Yemaya) que eran muy queridos por ella y representaban toda su realización en la vida, pero preocupada por los destinos de la humanidad, por su sentimiento e instinto natural de madre del mundo, ofreció a Olofin la cabeza de sus hijos a cambio de que el otorgara el indulto a los hombres de la tierra.
Así Yemaya, ofrendo a sus hijos Addi e Imu, para salvar a la humanidad y que volviera a tener la benevolencia y bendición de Olofin.
Olofin conmovido por tan hondo gesto maternal, perdono a los hombres de la tierra y dijo: Addi e Imu, es la más grande ofrenda, la más bella, la más desinteresada que he recibido, "addimu" será entonces lo más grande que se pueda ofrendar a mí y a los demás Orishas.
Es por eso por lo que Yemaya es la reina del mundo y diosa de la humanidad universal.
La existencia de todo organismo vivo en nuestros confines comienza a partir de una molécula llamada átomo que se encontraba en el cosmos hace millones de años, el cual conforma un espacio astral oscuro con un núcleo brillante y que más tarde llamaríamos Galaxia. Y así como éste, existen otros confines en el cosmos incluso, mucho más grandes. El porqué, solo concierne a la sabiduría de Oloddumare. Oloddumare, el Dios único, supremo, omnipotente y creador de todo lo existente. Dios todo poderoso en la Religión Natural Yoruba.
Una diminuta partícula similar, es la que da origen a la creación de los organismos vivos aquí en la Tierra; Plantas, Animales y Seres Humanos a través de varias evoluciones mutantes, tal como la grandeza misma del universo y con la energía o fuerza vital propia de todo ser animado llamada Awa (en lengua yoruba), soplo de vida, que todo ser vivo posee.
Dios es pues el brillo, es la luz que da vida a la materia, y la oscuridad, es lo que la trasforma a través de un tiempo determinado, como el embrión mismo y su proceso de desarrollo en todos los organismos vivos. El resultado es, La Creación; Un ser vivo, su evolución y trasformación (La muerte misma). Porque es bien sabido que la energía no muere solo se trasforma.
En el principio de toda era de la humanidad, no había preocupación alguna que el propio conocimiento por la supervivencia. El hombre de esos tiempos luchaba día a día por alimentarse y sobrevivir ante la amenaza de cualquier animal superior a él, así como, protegerse ante fenómenos naturales tales como terremotos y erupciones volcánicas propios de esa era glacial que venían conformando nuestro planeta.
Poco a poco el homo-sopiés (el hombre) comienza un largo e importante conocimiento empírico de la naturaleza que le rodeaba para así iniciar la gran travesía a otras tierras o continentes avanzando en agrupaciones o tribus que fundaron aldeas, ciudades y posteriormente imperios de acuerdo con las condiciones geográficas.
La humanidad nace pues, como ya es bien sabido en el centro de lo que conocemos hoy día como el Continente Africano porque ahí se dieron los elementos apropiados de vida factibles; Agua, Aire, Tierra y Luz solar. Posteriormente el hombre comienza su histórica travesía por todo el mundo descripta a través de millones de años y nacen las Razas Humanas y las Lenguas, y con ello sus propias culturas basadas en su Mitología, su Filosofía y su Religión Natural con su Espiritualidad conectada a la Naturaleza.
Revisemos pues las leyendas (Patakies) de la Cultura Yoruba respecto al origen de la humanidad de acuerdo con nuestros antepasados (Todos de origen africano), y que han sido transmitidos oralmente de acuerdo con la Mitología Yoruba, de generación en generación a través de los siglos de los siglos.
By Atticus Finch
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